Cada Camino es distinto, ni el tiempo en el que trancurre ni la persona en si son los mismos. Aún así, llegando o abandonando, la experiencia siempre es enriquecedora. El Camino tiene la virtud de romper todos los esquemas preconcebidos dándonos la vuelta y volviéndonos a recomponer. Si quieres ver como me ha marcado a mí, sólo tienes que clicar en cada pestaña, espero que el viaje te resulte tan enriquecedor como ha sido para mí. ¡Buen Camino!
"El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré" Gn 12,1

martes, 24 de septiembre de 2013

EL CAMINO... DE VUELTA. EPÍLOGO



(Para ir al prólogo, clicar encima de la foto)


¿Cuántas motivaciones hacen posible el Camino? Tantas como peregrinos.  He visto gente que se lo toma como una especie de marathon, haciendo el camino de noche y con la única expectativa de encontrar plaza en el albergue de la siguiente etapa.  También los hay amantes del senderismo; desde luego que el paisaje se lo merece pero hay alternativas mejores para ese fin.  Y, sobre todo, ¡qué bonito es hacer el Camino desde la fe! Así, como al principio, hace ya once siglos.  

Fe, esa palabra tan sencilla que muchos entienden como ceguera pero que los creyentes entendemos como confianza.  Confianza en un Dios que nos ama y que para nada es inalcanzable porque está en nuestro interior.

El Camino poco a poco va descubriendo ese interior, en el día a día, en la cuesta empinada imposible de subir, en el asfalto duro machacado por el sol o en la umbría fresca del bosque.  Realidades siempre presentes pero ocultas a nuestros ojos por el devenir estresante de nuestras vidas: diálogo, fuerza, humildad, fraternidad, empatía, perseverancia, confianza, gratitud, honestidad.

El Camino, como metáfora intensa de nuestras vidas:  Cuando los problemas nos ahogan y pensamos que no somos capaces de superarlos, cuando todo se nos vuelve tan fácil que obviamente perdemos el rumbo, cuando vivimos días de calma chicha sin motivación alguna... Un resumen de la vida, esta vez, en seis etapas.  Aunque en el Camino, el tiempo es relativo, tal vez lo único que se tiene en cuenta es la hora de empezar a caminar pero luego se relativiza de tal forma que no existen días de la semana, ni horas de llegada o de comidas.  El continuo espacio-tiempo también adquiere otro sentido, humildemente tomas consciencia de que sigues  los pasos de otros muchos que ya caminaron antes que tú y que otros, en el futuro, seguirán los tuyos.




El Camino hay que vivirlo, hay que experimentarlo con los cinco sentidos, en plenitud, hay que verlo, oírlo, olerlo, tocarlo, palparlo, recordarlo. Así, yo me quedo con el paisaje verde de Galicia, con las piedras de sus casas, con la belleza de Santiago y de todos los lugares por donde hemos pasado, con las conchas y flechas, con los cruceiros y hórreos. 






Me quedo con el sonido de nuestros pasos, del bastón al tocar el suelo, de los pájaros, ovejas y gallinas, pero también con los ronquidos en la noche.  Me quedo con el aroma del bosque, con el incienso del Botafumeiro, pero también con el gel para las articulaciones y el olor a pies.  Me quedo con el roce de las zarzas en mis piernas, con el húmedo masaje de las toallas de microfibra pero sobre todo con el abrazo sentido al Apóstol. Me quedo con el pulpo a feira, con los pimientos de Padrón, con el nestea y el acuarius, con el pan de cada Eucaristía pero también con la hiel amarga en los tramos más duros.  Me quedo con lo que creía antes, con lo que sé ahora, con los nombres de los pueblos: Mos, Pontesampaio, Alba, O Cruceiro, Pontecesures, Iria Flavia...; con los nombres de otros peregrinos: Mari Carmen, Borja, Gabi, Maribel,..., con el rezo del rosario, con el arte de guardar un saco de dormir.  Mi mapa de recuerdos se ha hecho más grande y, sobre todo, más bello.



He vivido un camino personal, un camino interior pero, sobre todo, he vivido un camino de vuelta. La de títulos que pensé para este diario compartido y, un día, de pronto, surgió éste: el camino de vuelta. Sencillo título para una verdad aún más sencilla: el deseo de regresar al ser humano que Dios quiere que yo sea.  ¿Quién me iba a decir que una semana más tarde, en la Misa del Peregrino, el deán de la Catedral, en su bendición final, iba a pronunciar las mismas palabras? ¡El Camino no ha terminado!, la vuelta a casa es sólo una etapa más de las que quedan por vivir. ¿Casualidad?  Más bien, la presencia invisible de Dios en nuestras decisiones.

Por eso digo que el Camino es como el buen restaurador, que va despojando a la obra de arte de las capas de suciedad que el tiempo ha ido depositando en ella, y que no dejan ver la belleza original de la pieza. 
Si el Camino fuera lluvia, no sería una tormenta sino un sirimiri, que poco a poco va calando dentro.  Si fuera una carrera, no sería un spring sino una carrera de fondo que poco a poco va alcanzando la meta.  Si fuera un medicamento, sería un antibiótico, con la primera dosis sientes ya mejoría pero sigue sanando aún cuando has acabado el tratamiento.

Dicen que el Camino engancha, yo creo que, realmente, es Cristo quien engancha.  Ya lo hizo hace dos mil años con dos parejas de hermanos que recogían las redes de sus barcas.  Y les prometió que los haría pescadores de hombres.  Se llamaban Pedro, Andrés, Juan y Santiago.  Hoy en día, a nosotros también nos hace la misma promesa, ¿cómo resistirse a tan hermoso regalo?  Desde mi humilde condición de madre, lo acepto, por eso compartí este peregrinar con mis hijos, ¿qué mejor legado puedo dejarles sino la fe?


Tantas veces que soñé hacer el Camino, tantas las que dije que la primera vez que entrara en Santiago sería andando y ahora ya es una realidad.   Este diario toca a su fin, por ahora.  Espero que pronto vuelva a abrirse, en otros Caminos, con otras credenciales, con la misma compañía o con otras nuevas; siempre con ilusión, siempre con esperanza, siempre con confianza.  Como se decía al principio, como se dice todavía: ¡Ultreia!¡Esuseia!







Agradecimientos:

- A todos aquellos que con su desprendimiento y sus oraciones compartieron con nosotros este Camino aún quedándose en casa.
- A Miguel Ángel, por dejarme ese Cuaderno del Peregrino de Jose Mª Alvear, que sirvió de guía espiritual para vivir este momento.
- A Edu, por ayudarnos a construir nuestros mapas de recuerdos gracias a la guía del peregrino del PEJ 2010
- A Gronze.com, sin su labor informativa nos habríamos perdido más de una vez y no hubiéramos podido admirar tanta belleza.


domingo, 25 de agosto de 2013

SEXTA ETAPA: PADRÓN-SANTIAG0 DE COMPOSTELA (24 KM.)


La familia al completo


CRÓNICA DE LA ETAPA:

¡Al fin! ¡Lo logramos!¡Hemos llegado a Santiago! Difícil describir el sentimiento y el pensamiento a lo largo de este día tan intenso.

Dejamos Padrón bien temprano en la mañana, las 7:00, el día que más pronto hemos empezado a caminar y tambíén el del recorrido más largo: 24 km.  Y aunque el perfil de la etapa era en ascenso suave hemos querido ser previsores.



Perfil de la etapa

El primer punto de interés: Iria Flavia, cuna de Camilo José Cela.  Aun clareaba el día cuado pasamos junto al cementerio y aunque hemos visto un olivo dentro, no sabemos si es donde reposan los restos del escritor.  Una cosa curiosa de todos los cementerios que hemos visto durante estos días: todos tienen los muros bajos y se puede ver su interior, signo del respeto que se tiene aquí para con los difuntos.  


Santuario da Escravitude
Hoy el trayecto ha sido, sobre todo, de asfalto. Aproximadamente a cinco kilómetros de Iria Flavia, nos encontramos, a pie de carretera, con el Santuario de A Escravitude.  El nombre de este santuario y de la localidad se debe, según la tradición, a que un peregrino enfermo bebió agua de la fuente que hay a los pies del mismo y sanó de su enfermedad, se liberó de la "esclavitud" de la misma.  Aquí nos ha ocurrido la anécdota del día, de la que extraigo una lección moral muy importante: la falta de señalización o, bien, nuestro despiste, ha hecho que nos desviáramos del itinerario un kilómetro y medio aproximadamente, misma distancia que hemos tenido que desandar para seguir por la ruta de peregrinos.  El caso es que, si hubiéramos seguido por allí, por la carretera, también hubiéramos llegado a Santiado, ahorrándonos unos cuantos kilómetros y llegando a tiempo a la Misa del Peregrino, pero como dijo mi hijo pequeño, a estas alturas no íbamos a hacer trampa.

Rúa de Francos, el cruceiro más antiguo de Galicia













Unos cinco kilómetros más adelante, alternado pista forestal y más N-550, llegamos hasta Rúa de Francos, donde se encuentra el cruceiro más antiguo de Galicia, ¡mira que hemos visto cruceiros a lo largo de estos siete días, a cada cual más bonito!





Otros seis kilómetros más, altenando pista forestal y asfalto, siempre ascendiendo pero de manera suave.  Cada vez nos quedaba menos para llegar.  A pesar de ser el día de mayor distancia, ha sido el más llevadero, seguro que por la ilusión de llegar.

Llegamos a O Milladoiro, donde en la Capilla de Santa María Magdalena nos han sellado las credenciales.  Dentro de la capilla, Maria Magdalena se encontraba reposando muy sugerente dentro de una urna.
 


Capilla de Santa María Magdalena (O Milladoiro)


Siete kilómetros para llegar a Santiago y el ánimo por las nubes, esa era la sensación.  En O Milladoiro nos alcanzaron Mari Carmen y Borja, a las que no veíamos desde el día anterior y decidimos emprender el resto del camino juntos.  De nuevo en marcha, más carretera, más pista forestal, las vías del AVE y, al fin, llegamos a los límites de la ciudad.  Momento interesante, conocido para todos los peregrinos que hacen el Camino Portugués: la cuesta del Hospital Clínico, en una palabra, "mortal".  La única solución: agachar la cabeza, sujetar firmemente el bastón y ¡hala! a subirla.  Mi marido y mis hijos, unos cracks, la subieron del tirón; nosotras, en tres intentos.



Una vez en lo alto, fue necesario un ratito para recuperar el aliento.  Ya se podía ver una de las torres de la Catedral, ¡qué ilusión! Otra vez, de nuevo en marcha, parecía que hasta las mochilas pesaban menos.  Entramos en la Avenida da Choupana, bien extensa ella; después en la de Rosalía de Castro, no menos larga.  La torre que se seguía viendo a lo lejos y no se acercaba.  Mi hijo Pablo, con todo el arte del mundo, no tuvo otra cosa que decir que aquello se parecía a la escena de El Retorno del Rey, cuando Frodo y Sam no terminan nunca de subir al Monte del Destino para destruir el Anillo.


Por fin entramos en el casco antiguo, lleno de gente por todos lados.  De pronto nos vimos sumergidos en una vorágine de peregrinos, turistas, comerciantes ofreciéndote catas de sus productos o tarjetas de sus restaurantes, era la Rúa do Franco.  Así, sin ver flecha o concha alguna, simplemente dejándonos llevar, como si supiéramos por donde ir, giramos a la izquierda...¡y estábamos en la Plaza del Obradoiro!



No puedo definir la sensación del momento, eran muchos sentimientos a la vez: alegría, pena, alivio, agobio, satisfacción, orgullo. Si pudiera aglutinarlos en una sola palabra, diría júbilo.  Seis días de mucho esfuerzo y verse ahí, en medio de esa plaza llena de gente, ante semejante belleza, cuatro peregrinos más entre cientos de peregrinos, es algo difícil de explicar, creo que sólo quien lo ha hecho sabe a lo que me refiero.

Alegría por llegar, alivio porque se acabó el duro esfuerzo de andar cargados hasta arriba, agobio de ver tantísima gente allí reunida, pena porque ya se acabó el Camino, satisfacción y orgullo por los frutos conseguidos.



Santiago de Compostela, Catedral
Una sorpresa: la Plaza del Obradoiro, por televisión, parece más grande; no es que sea pequeña, y más cuando todas las calles que confluyen a ella son estrechas, pero la imaginaba más amplia.  Frente a la Catedral, el Pazo de Raxoi, sede del Ayuntamiento y de la Xunta; a la izquierda, el Colegio de San Jerónimo, sede del Rectorado y a la derecha, el Hostal de los Reyes Católicos, actual Parador Nacional. Flanqueando la Catedral, a un lado el Pazo de Xelmirez y al otro, el Claustro.




Ayuntamiento, Plaza del Obradoiro, Santiago de Compostela



Santiago de Compostela, Catedral
 
Santiago de Compostela, Catedral


Colegio de San Jerónimo, Plaza del Obradoiro


















Realmente, todo es una belleza, uno de los conjuntos monumentales más hermosos del mundo entero.  La Catedral, si espléndida por fuera, por dentro lo es todavía más.

Maestro Mateo
 

 
Santiago de Compostela, Catedral

 




No hemos podido cumplir con el ritual completo de llegada de todo peregrino.  El Pórtico de la Gloria está en fase de restauración, aparte de cerrado al público hay que pagar 12 euros para poderlo ver, dentro de una visita guiada por toda la Catedral, algo injusto para todos los peregrinos que han realizado un considerable esfuerzo físico durante varios días para llegar hasta aquí.  Así que ni hemos visto la rana ni el astronauta, ni hemos podido meter las manos en los aireadores para dejar nuestro cansancio, ni colocar nuestra palma en las huellas del parteluz para hermanarnos con los peregrinos habidos y por haber, ni darle los tres cabezazos a la imagen del Maestro Mateo, a ver si nos contagia algo de su sabiduría.

Todo estaba a rebosar de gente, tanta que agobiaba; cargados con las mochilas nos quedamos algo bloqueados, sin saber qué hacer, la cola para entrar a la cripta donde descansan los restos del Apóstol daba la vuelta a la Catedral, así como para subir al camarín, por lo que decidimos ir primero al albergue a soltar bultos y asearnos.

He aquí la única pega del día: el albergue, de nombre Acuario. Situado a la llegada del Camino Francés, es decir, en la otra punta, hubo que atravesar toda la ciudad para llegar, obviamente, no dábamos con él ni nadie era capaz de decirnos dónde quedaba.  Cuando conseguimos encontrarlo, descubrimos un espacio "flower power", con música ambiental estilo chill out y un intenso aroma a pies en el dormitorio, para no repetir.

Nos arreglamos más rápido que ningún día y bajamos al casco antiguo, esta vez, en autobús.  Una aventura, los chóferes parecen sacados de un rallye, si alguno entrara a trabajar en la EMT de Málaga, no sobreviviría al turno de las 8 de la mañana, saldría linchado.


Catedral de Santiago, Nave central
Ya en los alrededores de la Catedral fuimos a la Oficina del Peregrino a conseguir nuestras compostelas; tras confirmar que habíamos recorrido al menos 100 km. a pie por medio de nuestras credenciales, nos las otorgaron.  La cola para visitar la cripta y el camarín también estaba despejada, y así, tranquilamente pudimos ver la urna labrada en plata donde descansan los restos del Apóstol y sus dos discípulos, Atanasio y Teodoro. No me la imaginaba así. Después subimos a abrazar la imagen del santo, en un abrazo largo, profundo, de mi parte, de parte de todos los que, desde casa, nos encomendaron en sus oraciones para que tuviéramos buen camino. Un abrazo sentido, desde mi corazón y desde el corazón de toda mi comunidad parroquial.

Puerta Santa de la Catedral de Santiago
Celebramos misa, para dar gracias, la compartimos con Maribel y Gabi, el matrimonio de Alicante, maravillosos los dos.  Hermosas las palabras del deán, sobre todo en la bendición final, que cerraron como un círculo perfecto, todos los días de este peregrinar, desde el momento que decidimos ponernos en camino.  Aquí la emoción me embargó ya del todo, imposible parar de llorar, lágrimas de emoción, de felicidad, de gratitud.

Lo habíamos conseguido, y eso había que celebrarlo, así que al grupo se unieron de nuevo Mari Carmen y Borja, y nos fuímos de tapas por las calles.  Sencillamente, para repetir, buenos manjares en la mejor compañía.  Tras este homenaje, cada mochuelo a su albergue, a descansar, si se puede, son muchas emociones que canalizar.  Mañana disfrutaremos todo el día de la ciudad, en plan más calmado, celebraremos Misa del Peregrino, con la esperanza de ver el Botafumeiro en acción y pasado retornaremos para Málaga con una sensación de plenitud absoluta.



Catedral de Santiago, detalle interior
el descanso del peregrino

Plaza das Praterias

















 

REFLEXIÓN PERSONAL:

"Nada has pensando que no puedas hacer; nada has soñado imposible de ver, ni en el mar, ni en el cielo, nada está lejos de tí. Todo está en tu adentro, todo puedes hacerlo si te fías de Mí."

Este estribillo que solemos cantar en el momento de la acción de gracias me ha ido acompañando en los momentos más duros de nuestro primer Camino y ahora, al ver que el sueño se ha hecho realidad, resuena más nitidamente en mi interior, y me sugiere muchas cosas.

La primera, perseverancia.  En la vida hay que ser perseverante, sólo así, con nuestro esfuerzo se consiguen las cosas. ¡Y cómo se celebran cuando han costado tanto!  Así aprendemos a calcular el valor de las mismas.

La segunda, confianza.  En uno mismo, que se autodescubre más valiente de lo pensaba. También en Dios, que está detrás de todo, o mejor dicho, en nuestro interior.

La tercera, gratitud.  Yo, hoy, doy las gracias a Dios por haber llegado, cansados pero en perfectas condiciones, una minúcula piedra en el camino puede dar al traste con todo, o una tendinitis o unas ampollas infectadas, y no ha sido así.  Doy las gracias por esos amigos que han estado ahí y nos han dejado mochilas y sacos que no teníamos para poder realizar este sueño.  Doy las gracias porque todos los meses entra un sueldo en casa, modesto pero sueldo al fin y al cabo, ya que es cierto que aún planeando el Camino de la forma más económica posible hay un gasto inevitable que hay que cubrir.  Y sobre todo doy gracias por todos aquellos, familia, amigos, comunidad parroquial que sé que han estado acordándose de nosotros durante estos días y con los que espero algún día repetir este peregrinaje.

La cuarta y última, honestidad.  ¿Cuántas veces en la vida cogemos el camino fácil para obtener resultados y ahorrarnos esfuerzo o sufrimiento?  Si esta mañana, cuando nos equivocamos de ruta, hubiéramos seguido hasta llegar a Santiago, lo habríamos conseguido pero no sería lo mismo.  Uno de los placeres personales más grandes es saber que uno ha hecho las cosas como es debido.


Ahora sólo queda disfrutar un poco más, volver a casa y dejar que el Camino siga haciendo dentro de cada uno de nosotros.









Fuente gráfica perfil: Gronze.com

sábado, 24 de agosto de 2013

QUINTA ETAPA: CALDAS DE REIS-PADRÓN (18,6 KM.)

El Pedrón , Iglesia de Santiago, Padrón

CRÓNICA DE LA ETAPA:

La etapa de hoy no ha sido dura en cuanto al perfil, que no ha tenido excesivos desniveles, aunque a título personal, ha sido un día algo delicado pues el cansancio acumulado, el esfuerzo físico y el calor que pasamos ayer han hecho mella en mi punto débil, el aparato digestivo, que más o menos se había mantenido medio en condiciones los días anteriores, pero hoy se ha venido abajo.


Perfil de la etapa

Gracias a Dios que el tiempo ha acompañado, de hecho, por la mañana han hecho falta las sudaderas.  Si el resto de los días, durante la mayor parte del trayecto hemos caminando más o menos solos, hoy han aparecido el resto de los peregrinos en aluvión; en algunos tramos como, por ejemplo, la bajada al río Valga, parecía que fuéramos un grupo único.


Iglesia de Santa Mariña de Carracedo

De camino a Pontecesures, hemos entrado a sellar las credenciales en la "Mesa de Pedra", restaurante o "espacio medieval para peregrinos" donde una pareja de extranjeros estaban dando cuenta de un plato de salmorejo con cara de felicidad; la verdad que a mí me ha parecido más un bar estilo "irish" que medieval.

El paisaje, hoy, es realmente, precioso, y hemos cambiado de provincia, de Pontevedra a La Coruña.

Hemos llegado a Padrón sobre las 13:15.  Padrón es cabecera del concello y es la segunda ciudad más vinculada al apóstol.  A ella, según la tradición, llegaron en barca los dos discípulos con el cuerpo del Apóstol, que enterraron a los pies del monte Libredón, lugar donde se encuentra la Catedral de Santiago.  Entrando por el río Ulla, hasta Iria Flavia, amarraron la barca en un antigua ara romana de granito dedicada a Neptuno, que ahora se puede ver bajo el altar mayor de la Iglesia de Santiago, en Padrón.  Está descubierta y se tapa cuando se celebra misa.

Como siempre, hemos llegado de los últimos y, como no, nos hemos quedado sin plaza en el albergue público así que hemos tenido que buscarnos la vida y, al final, estamos hospedados en una pensión, de nombre, El Jardín, que es una auténtica pasada: casa señorial del siglo XVIII, sus dueños también viven en ella y, la verdad, estamos alucinados, ¡hasta toallas de verdad tenemos!¡y una para la cabeza y todo! Nos han asegurado que nuestra habitación es la favorita de un famoso periodista, natural de esta ciudad, cada vez que viene.  

La verdad es que nos ha dado pena quedarnos sin plaza en el albergue, porque ésa es la esencia del camino. El día a día va estableciendo la relación entre peregrinos y ya empezamos a conocer un poco de nuestras vidas.

Tras almorzar un ligero refrigerio (la verdad es que no apetece comer mucho) y descansar un rato bien grande, lo primero ha sido buscar una farmacia para comprar algo para aliviar mi estómago, y como es sábado y las farmacias están cerradas hemos tenido que hacer lo que ya sabemos hacer hasta con los ojos cerrados, ¡andar hasta la otra punta para encontrar la que estaba de guardia! Aquí he tenido mi momento de bajón, de puro agobio por el malestar físico a sólo un día de alcanzar lo soñado y me he echado a llorar de desesperación.  Menos mal que la medicación es de efecto rápido y al cabo de media hora me encontraba bastante mejor.

Convento del Carmen, Padrón
Como nos habíamos intercambiando los teléfonos con el resto, quedamos para ver Padrón todos juntos.  No nos ha dado tiempo de ver mucho, pero hemos visitado el Convento del Carmen, que está justo encima del albergue.  Es una preciosidad pero está muy mal conservado.  Es una lástima que tanto patrimonio artístico esté abandonado y que nadie haga nada para salvaguardarlo, por su riqueza y por su historia.





El grupo al completo



Fuente del Carmen (Padrón)














Justo debajo del Convento, la Fuente del mismo nombre.  Y al frente y tras atravesar el puente sobre el río Ulla, la Iglesia de Santiago, donde se encuentra el Pedrón.


Relieve, Iglesia de Santiago, Padrón
Tras tantos días de comida frugal y al encontrarme ya bastante mejor nos hemos ido a cenar a un bar llamado O Pimenteiro, donde me han sabido a gloria unas croquetas de jamón calentitas, aunque me he quedado con las ganas de probar la zorza y los famosos pimientos de Padrón, a ver si mañana, en Santiago, puedo catarlos, que tiene delito estar aquí e irse sin comerlos.

La Pimenteira (Padrón)
Ahora vamos a descansar y reponer fuerzas para mañana, el gran día. Veinticuatro kilometros no separan de Santiago.  Parece mentira que estemos sólo a un día de realizar nuestro sueño.


REFLEXIÓN PERSONAL:

Nunca hay que perder la fe, ni el momento peor, Dios siempre está ahí.  Uno de mis temores en este periplo era el tema de la salud, el que algo echara por tierra todo el esfuerzo realizado hasta el momento.  Pero si uno confía, y pide, y reza, Dios siempre otorga.  Y lo más curioso es que lo que te otorga no está lejos sino dentro de uno mismo.  Esas fuerzas que una no sabe de donde salen que te empujan hacia arriba cuando ves que vas a tocar fondo, pero que afloran y te sorprendes y solo se te ocurre dar gracias desde lo más profundo del corazón: "Sólo por Tí, gracias a Tí, Señor".
El Camino tiene el don de la fraternidad.  Todos iguales, todos peregrinos, personas que no conocías, como Mari Carmen y Borja, como Gabi y Maribel; personas que cuando este Camino toque a su fin tardarás en volver a ver o quizás no vuelvas a hacerlo,  pero con los que no quieres perder el  contacto. Personas a las que te alegras de ver, porque son la seguridad de la compañía, de que no vas sola, de que caminan por tu mismo sendero.

¡Cuánto he aprendido a lo largo de estos cinco días! Más de lo que nunca imaginé. 








Fuente gráfica perfil: Gronze.com

viernes, 23 de agosto de 2013

CUARTA ETAPA: PONTEVEDRA-CALDAS DE REIS (21,1 KM.)

Ponte do Burgo (Pontevedra)


CRÓNICA DE LA ETAPA:
Noche movidita la de hoy, ¡por fin hemos coincidido con un buen peregrino roncador!   Ha tenido en pie a todo el dormitorio hasta bien entrada la noche, de tal guisa que tuve que darle unos tapones para los oídos a una desesperada chica portuguesa e incluso, cuando me levanté, descubrí a mi hijo mayor durmiendo con su saco en uno de los sillones del vestíbulo.

En fin, a las 7:30 ya estábamos en camino.  Atravesamos toda la ciudad, ya que la salida estaba en el otro extremo del casco antiguo.  Si Pontevedra es bonita llena de gente, a esas hora de la mañana lo es todavía más.  Es como trasladarse a otra época, al pasado y caes en la cuenta de que tus huellas son las enésimas huellas de tantos y tantos peregrinos.  Atravesamos  el Ponte do Burgo y tras callejear un poco más, salimos de la ciudad.

La etapa de hoy no ha tenido un perfil muy acusado, de subidas y bajadas exageradas, pero ha sido la más dura de todas; de sus veintiun kilómetros, el último tramo ha sido especialmente duro, durísimo, por el excesivo calor, el cansancio y el asfalto.


Perfil de la etapa

A unos cuatro kilómetros de la ciudad hemos llegado a la Iglesia de Santa María de Alba, en la parroquia del mismo nombre, donde nos ha puesto el primer sello de hoy en las credenciales.  Iglesia con encanto, por el tamaño de sus imágenes, más pequeño de lo habitual, donde un parroquiano joven nos ha atendido de maravilla y nos ha comentado detalles sobre la etapa.  

La verdad es que el sentido de las distancias es bastante relativo para la gente de la zona, no sé si porque al vivir in situ no las ven tan largas o porque no quieren desmoralizarte ya que estás en camino.  Lo mismo pasa con los monolitos de piedra, de lo único que te puedes fiar es del sentido al que está orientada la concha pero nunca de los kilómetros que dice que te faltan.


Junto a la iglesia cabe destacar el Monumento al Peregrino y un Cruceiro.

Monumento al Peregrino (Alba)

Cruceiro (Alba)

















Más adelante, en otro pueblecito de cuyo nombre no me acuerdo, porque para lo que es orientación soy una negada, una señora mayor desde su puerta vendía bastones, conchas y calabazas.  Era tan simpática que ha sido imposible negarse a su oferta, así que ahora portamos con dos bastones más y una calabacita que pende de mi mochila junto a mi concha de peregrina.

A partir de entonces hemos andado por carretera secundaria, bosque frondoso (donde hemos tenido que esperar que pasara el tren en un paso a nivel y me ha impresionado la velocidad que lleva), pistas asfaltadas, carretera nacional y para terminar, campos de viñas.

Esta ha sido la parte más dura; el frescor de la mañana ya se había disipado y el sol brillaba en todo lo alto.  Esos cinco últimos kilómetros han sido brutales y es la primera vez que he sentido miedo a que nos diera un golpe de calor o algo parecido.  Menos mal que a pie de carretera, en una casa, una señora ha tenido la amabilidad de mojarnos las gorras y mi pañuelo para refrescarnos un poco.  Viendo que la hora de llegada se nos iba a prolongar decidimos reservar plaza por teléfono en un albergue privado en previsión a la falta de sitio en el público.

Al final, sobre las dos de la tarde y con la ayuda de Dios, hemos llegado a Caldas de Reis y nos parecía imposible encontrar el albergue.  Cuando hemos entrado nos hemos quedado alucinados, tanto que hemos preguntado el precio por si acaso, porque parecía un hotel. Y es que relamente lo era, Hotel y Albergue O Cruceiro, ¡una maravilla! lo recomiendo a cuento peregrino llegue a Caldas. Es un hotel al que han destinado una parte como albergue, al estupendísimo precio de 12 euros por persona, como todos los albergues privados, pero con habitación para los cuatro con baño privado, ¡vamos, un lujo! Después de tanto sufrimiento, un bálsamo para el cuerpo, y es que Dios siempre está ahí.  Para remate, por dos euritos pones una lavadora y tiendes en un pedazo de terrazón que la ropa se seca en un plis.

Tras comer y descansar un rato grande no hemos ido a buscar al resto de los peregrinos al albergue público, con un nombre muy peculiar, la Posada de Doña Urraca; allí hemos intercambiado las incidencias de la etapa con las chicas de Málaga, la familia de Madrid, Gabi y Maribel, de Alicante.  Después nos hemos ido a dar una vuelta por la ciudad, escuchar misa y comprar las viandas de la cena y el desayuno de mañana.

Balneario (Caldas de Reis)
Caldas de Reis es cuna del rey Alfonso VII de León y Castilla y famosa por sus aguas termales, de las que ya se beneficiaban celtas y romanos.  Al día de hoy, dos balnearios ofrecen la posibilidad de disfrutar del poder curativo de estas aguas, así como la Fonte das Burgas, fuente pública donde la gente del lugar rellena garrafas y botellas con el agua que mana de ella, por sus beneficios para las articulaciones y la piel; y doy fe de que el agua sale a unos 40º de temperatura por sus dos caños.  Un poco más abajo se encuentra un antiguo lavadero público donde lo peregrinos pueden sumergir sus pies.  Por razones de tiempo nosotros nos quedamos con las ganas pero ya lo haremos la próxima vez.

Fonte das Burgas (Caldas de Reis)


Ahora me encuentro tranquilamente sentada en el salón común del albergue, mis hijos con el whatsapp mientras yo escribo este diario.  El cansancio acumulado ya hace mella y me resulta difícil organizar el pensamiento para expresarme con claridad.  Esperamos una noche reparadora, mañana nos toca Padrón y pasado, ¡Santiago!

REFLEXIÓN PERSONAL:

¡Somos tantos peregrinos! Esta mañana, al caminar las calles vacías de Pontevedra, la sensación de atemporalidad fue tan nítida; si en algún momento nos hubieramos cruzado con un peregrino vestido a la usanza medieval no nos hubiéramos extrañado.  Y eso te hace pensar en los miles de peregrinos que a lo largo de la historia recorrieron tus mismos pasos y los que los harán en los años venideros; cada uno con distinta motivación, cada uno con distintas expectativas, pero siempre en camino.  Eso no la hace a una más o menos especial, ni mejor ni peor que los demás, más bien, la sensación que se instala en el ánimo es la de hermandad.

Una hermandad que te hace prestar unos simples tapones de cera; o compartir lo acaecido en la marcha, de tal manera que lo más trágico se vuelve cómico; que te hace alegrarte de ver las caras que ya van siendo conocidas.

Hoy he vivido los momentos más duros de este Camino, más que cuando atravesamos el Polígono de As Gándaras porque, por primera, vez tuve miedo de que nos pasara algo malo y no hubiera nadie que nos pudiera socorrer en mitad del campo. Y, sin embargo, todo ha salido bien al final, mejor de lo que esperábamos, porque el lugar de descanso ha sido proporcionado al sobreesfuerzo realizado.  Como dice mi amiga Ana, es que Dios es misericordioso y nunca nos abandona, y comparto mi opinión con ella. Ya queda tan poco que no sé si quiero o no quiero llegar, ¡tanto que redescubrir que tenía olvidado!¡tanto que percibir que estaba delante y no veía!





Fuente gráfica perfil: Gronze.com

jueves, 22 de agosto de 2013

TERCERA ETAPA: REDONDELA-PONTEVEDRA (19,6 KM.)

 
Santuario de la Virgen Peregrina (Pontevedra)





CRÓNICA DE LA ETAPA:

Día muy duro el de hoy, pero al mismo tiempo muy satisfactorio. Definiría ahora mi estado de ánimo como eufórico. El perfil de la etapa en si no era muy duro, salvo un tramo que se me ha hecho especialmente eterno.

Salimos de Redondela sobre las 7:15, cuando comenzaba a clarear el día, y nos costó un poco de trabajo porque no localizábamos las señales y no había ni un alma en las calles. 

Perfil de la etapa

Una vez fuera de la ciudad hasta llegar a Arcade hemos ido alternando entre el asfalto de la N-550 y pistas asfaltadas, primero subiendo y después, bajando.  Al ser tan temprano e ir descansados, no ha supuesto un esfuerzo grande.  Como siempre, el paisaje es hermoso y nos gusta hacerlo en silencio, para apreciar los primeros sonidos del día, a los que nosotros añadimos el de nuestras pisadas.  Apenas encontramos otros peregrinos a esta hora, aunque al final de la etapa, solemos llegar más o menos a la vez.

Pontesampaio

Tras descansar unos minutos para desayunar, nos dirigimos hasta Pontesampaio y cruzamos su magnífico puente medieval de diez arcos, testigo de la derrota de las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia, a manos de milicias populares y la tropa regular, los días 7 y 8 de junio de 1809. La marea estaba baja y las barquillas estaban varadas en la arena.


Pontesampaio


Tras cruzar el puente, hemos callejeado en ascenso por  calles estrechas y zigzagueantes, con sus casas de piedra y sus hórreos.  


Pontesampaio



Tras salir de la localidad, otro tramo por carretera y vuelta al bosque, siempre en ascenso.  Al comienzo del mismo había una chica vendiendo bastones de madera, alegando que nos iban a hacer falta y ¡anda que no tenía razón!  Unos metros más adelante nos esperaba una calzada medieval que quitaría el aliento al más preparado.  Imposible de subir si no es a pie, los peregrinos que van en bicicleta han tenido que cargarlas a hombros.  Me ha costado Dios y ayuda superarla, ¡hasta me he echado a llorar como una niña! 

Calzada medieval

Capilla de Santa Marta (Ganderón)
Poco a poco, el resto de los peregrinos me han ido adelantando y he sido la última en llegar a lo alto, pero lo he conseguido.  Tras la calzada quedaba aún un intenso tramo de subida, casi peor que ésta, dónde sólo se sentían las pisadas y la respiración fuerte del nutrido grupo que nos hemos juntado. 
Tras bajar, en el término de Ganderón, un cartero muy locuaz nos ha sellado nuestras credenciales en la Capilla de Santa Marta y nos ha insistido en que nos desviáramos de la ruta para hacerlo por el río; animados a hacerlo el grupo que nos habíamos juntado, al final no ha sido posible porque un vecino nos ha dicho que estaba cortado, ¡menos mal, porque sino ¿a ver dónde hubiéramos ido a parar?!

Hemos llegado al albergue público sobre las una de la tarde, como siempre de los últimos y, por suerte, hemos conseguido plaza.  No nos han tocado literas sino colchones en el suelo, lo cual es un alivio, porque sI te toca abajo, estás agobiado y si te toca arriba, incómodo, porque las literas se mueven un montón y te da la sensación de que la vas a romper y despanzurrar al que está debajo.  Hay lavadora y secadora, a 4 euros el lavado o el secado, así que esta vez me he ahorrado el trabajo y he hecho uso de ellas.

Tras asearnos y descansar un poco, nos hemos ido al centro de Pontevedra; como no habíamos andado bastante por la mañana, ahora el albergue se encuentra a 1,5 km. de centro, pero aún así nos hemos decidido, estamos superanimados y aunque tenemos agujetas en las agujetas, nos hemos puesto en marcha.
Santuario de la Virgen Peregrina (Pontevedra)


Pontevedra es realmente una joya, ¡qué cosa más bonita de ciudad! Tiene encanto, además las calles estaban llenas de gente paseando: peregrinos, turistas, familias,... Algo así como Calle Larios un día de fiesta.  Hemos escuchado misa en el Santuario de la Virgen Peregrina, y no sé por qué pero la Virgen me ha recordado a nuestra Pastora del barrio de Capuchinos, ¡ay, la morriña de casa!


Luego, otra vuelta por el centro histórico, considerado el segundo conjunto monumental de Galicia, tras Santiago, donde la afluencia de gente no había menguado y hemos comprado unas empanadas para cenar de Casa Solla, que por lo que se ve es garantía asegurada según me ha dicho una de las hospitaleras.  Hacía años que no veía envolver los paquetes y amarrarlos con cinta de rafia para llevarlos cómodamente en la mano.

De nuevo, vuelta al albergue, 1,5 km. de caminata de nuevo, ¡estamos hechos unos monstruos!.  Al llegar, una "molesta" sorpresa: ya había peregrinos acostados y durmiendo, con las persianas bajadas, ¡pero si sólo eran las 8:30 de la tarde!  El "toque de queda" en los albergues es a las 22:00, por lo que te sientes muy violento teniendo que entrar y salir del cuarto, para arreglar tus cosas a una hora más temprana, como que te ves muy limitado.

Ahora mismo son las 11:30 de la noche, ya se, duermo poco, pero no lo puedo remediar; además, duermo a saltos, veo todas las horas del reloj, pero los períodos de sueño son reparadores y siempre creo que las horas han avanzado más de lo que lo hacen.  Pero el temita de los durmientes precoces me ha puesto nerviosa, y el de bajar las persianas del todo, también, yo necesito luz, al menos un resquicio que me deje ver las siluetas en la oscuridad de la noche.  Así que aquí estoy sentada, en uno de los sofás del vestíbulo, escribiendo y esperando que me entre el sueño.  No estoy sola, también se encuentran unas chicas portuguesas curándose los ampollas de los pies por lo que doy gracias ya que, hasta el día de hoy, sólo me ha salido una, chiquita, debajo de una uña, que apenas me molesta.  Acaba de salirse del dormitorio otra chica; por primera vez, tenemos peregrino roncador en el albergue, ¡se oye desde fuera y con la puerta cerrada!

En fin, esto es toda una experiencia, ya hemos llegado al ecuador de nuestro Camino, ya queda menos para llegar a Santiago.



REFLEXIÓN PERSONAL:

Dicen que realmente, uno no hace el Camino, sino que el Camino lo hace a uno.  Que lo que encuentras es totalmente distinto de lo que pensabas, y es cierto.  No importan los kilómetros que recorran tus pies, tu mente y tu espíritu recorren muchos más, hacia delante, hacia atrás, sobre lo vivido, sobre lo que queda por vivir, sobre tí, sobre los demás; una ida y vuelta continua y en el centro, tu fe.

Los días van añadiendo a tu cuerpo cansancio y muchas agujetas, pero tu espíritu se va volviendo más ligero, aún en los momentos más críticos, cuando se te saltan las lágrimas porque no puedes más y las fuerzas salen de alguna parte escondida, descubriendo que eres más fuerte de lo que piensas, y no me refiero al plano físico.

También pienso en el poder de las palabras, no de ellas en sí, sino cómo se dicen y en el momento que se dicen.  Hoy, mientras subía la calzada medieval, tan hermosa como dura, muchos de los que me han ido adelantando me han dicho ¡ánimo!, pero dicho con sinceridad, con el deseo de que fuera así.  

Por eso, esta noche, la palabra que me ronda el pensamiento es  FUERZA, la que todos poseemos aún sin saberlo y la que somos capaces de transmitir a los demás, con una palabra de aliento, con un beso, con un abrazo o simplemente con nuestra presencia.  Con este pensamiento me voy a descansar, dejando que vaya calando, así calladito, en mi corazón.





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