(Para ir al prólogo, clicar encima de la foto) |
¿Cuántas motivaciones hacen posible el Camino? Tantas como peregrinos. He visto gente que se lo toma como una especie de marathon, haciendo el camino de noche y con la única expectativa de encontrar plaza en el albergue de la siguiente etapa. También los hay amantes del senderismo; desde luego que el paisaje se lo merece pero hay alternativas mejores para ese fin. Y, sobre todo, ¡qué bonito es hacer el Camino desde la fe! Así, como al principio, hace ya once siglos.
Fe, esa palabra tan sencilla que muchos entienden como ceguera pero que los creyentes entendemos como confianza. Confianza en un Dios que nos ama y que para nada es inalcanzable porque está en nuestro interior.
El Camino poco a poco va descubriendo ese interior, en el día a día, en la cuesta empinada imposible de subir, en el asfalto duro machacado por el sol o en la umbría fresca del bosque. Realidades siempre presentes pero ocultas a nuestros ojos por el devenir estresante de nuestras vidas: diálogo, fuerza, humildad, fraternidad, empatía, perseverancia, confianza, gratitud, honestidad.
El Camino, como metáfora intensa de nuestras vidas: Cuando los problemas nos ahogan y pensamos que no somos capaces de superarlos, cuando todo se nos vuelve tan fácil que obviamente perdemos el rumbo, cuando vivimos días de calma chicha sin motivación alguna... Un resumen de la vida, esta vez, en seis etapas. Aunque en el Camino, el tiempo es relativo, tal vez lo único que se tiene en cuenta es la hora de empezar a caminar pero luego se relativiza de tal forma que no existen días de la semana, ni horas de llegada o de comidas. El continuo espacio-tiempo también adquiere otro sentido, humildemente tomas consciencia de que sigues los pasos de otros muchos que ya caminaron antes que tú y que otros, en el futuro, seguirán los tuyos.
El Camino hay que vivirlo, hay que experimentarlo con los cinco sentidos, en plenitud, hay que verlo, oírlo, olerlo, tocarlo, palparlo, recordarlo. Así, yo me quedo con el paisaje verde de Galicia, con las piedras de sus casas, con la belleza de Santiago y de todos los lugares por donde hemos pasado, con las conchas y flechas, con los cruceiros y hórreos.
Me quedo con el sonido de nuestros pasos, del bastón al tocar el suelo, de los pájaros, ovejas y gallinas, pero también con los ronquidos en la noche. Me quedo con el aroma del bosque, con el incienso del Botafumeiro, pero también con el gel para las articulaciones y el olor a pies. Me quedo con el roce de las zarzas en mis piernas, con el húmedo masaje de las toallas de microfibra pero sobre todo con el abrazo sentido al Apóstol. Me quedo con el pulpo a feira, con los pimientos de Padrón, con el nestea y el acuarius, con el pan de cada Eucaristía pero también con la hiel amarga en los tramos más duros. Me quedo con lo que creía antes, con lo que sé ahora, con los nombres de los pueblos: Mos, Pontesampaio, Alba, O Cruceiro, Pontecesures, Iria Flavia...; con los nombres de otros peregrinos: Mari Carmen, Borja, Gabi, Maribel,..., con el rezo del rosario, con el arte de guardar un saco de dormir. Mi mapa de recuerdos se ha hecho más grande y, sobre todo, más bello.
El Camino, como metáfora intensa de nuestras vidas: Cuando los problemas nos ahogan y pensamos que no somos capaces de superarlos, cuando todo se nos vuelve tan fácil que obviamente perdemos el rumbo, cuando vivimos días de calma chicha sin motivación alguna... Un resumen de la vida, esta vez, en seis etapas. Aunque en el Camino, el tiempo es relativo, tal vez lo único que se tiene en cuenta es la hora de empezar a caminar pero luego se relativiza de tal forma que no existen días de la semana, ni horas de llegada o de comidas. El continuo espacio-tiempo también adquiere otro sentido, humildemente tomas consciencia de que sigues los pasos de otros muchos que ya caminaron antes que tú y que otros, en el futuro, seguirán los tuyos.
El Camino hay que vivirlo, hay que experimentarlo con los cinco sentidos, en plenitud, hay que verlo, oírlo, olerlo, tocarlo, palparlo, recordarlo. Así, yo me quedo con el paisaje verde de Galicia, con las piedras de sus casas, con la belleza de Santiago y de todos los lugares por donde hemos pasado, con las conchas y flechas, con los cruceiros y hórreos.
Me quedo con el sonido de nuestros pasos, del bastón al tocar el suelo, de los pájaros, ovejas y gallinas, pero también con los ronquidos en la noche. Me quedo con el aroma del bosque, con el incienso del Botafumeiro, pero también con el gel para las articulaciones y el olor a pies. Me quedo con el roce de las zarzas en mis piernas, con el húmedo masaje de las toallas de microfibra pero sobre todo con el abrazo sentido al Apóstol. Me quedo con el pulpo a feira, con los pimientos de Padrón, con el nestea y el acuarius, con el pan de cada Eucaristía pero también con la hiel amarga en los tramos más duros. Me quedo con lo que creía antes, con lo que sé ahora, con los nombres de los pueblos: Mos, Pontesampaio, Alba, O Cruceiro, Pontecesures, Iria Flavia...; con los nombres de otros peregrinos: Mari Carmen, Borja, Gabi, Maribel,..., con el rezo del rosario, con el arte de guardar un saco de dormir. Mi mapa de recuerdos se ha hecho más grande y, sobre todo, más bello.
He vivido un camino personal, un camino interior pero, sobre todo, he vivido un camino de vuelta. La de títulos que pensé para este diario compartido y, un día, de pronto, surgió éste: el camino de vuelta. Sencillo título para una verdad aún más sencilla: el deseo de regresar al ser humano que Dios quiere que yo sea. ¿Quién me iba a decir que una semana más tarde, en la Misa del Peregrino, el deán de la Catedral, en su bendición final, iba a pronunciar las mismas palabras? ¡El Camino no ha terminado!, la vuelta a casa es sólo una etapa más de las que quedan por vivir. ¿Casualidad? Más bien, la presencia invisible de Dios en nuestras decisiones.
Por eso digo que el Camino es como el buen restaurador, que va despojando a la obra de arte de las capas de suciedad que el tiempo ha ido depositando en ella, y que no dejan ver la belleza original de la pieza.
Si el Camino fuera lluvia, no sería una tormenta sino un sirimiri, que poco a poco va calando dentro. Si fuera una carrera, no sería un spring sino una carrera de fondo que poco a poco va alcanzando la meta. Si fuera un medicamento, sería un antibiótico, con la primera dosis sientes ya mejoría pero sigue sanando aún cuando has acabado el tratamiento.
Dicen que el Camino engancha, yo creo que, realmente, es Cristo quien engancha. Ya lo hizo hace dos mil años con dos parejas de hermanos que recogían las redes de sus barcas. Y les prometió que los haría pescadores de hombres. Se llamaban Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Hoy en día, a nosotros también nos hace la misma promesa, ¿cómo resistirse a tan hermoso regalo? Desde mi humilde condición de madre, lo acepto, por eso compartí este peregrinar con mis hijos, ¿qué mejor legado puedo dejarles sino la fe?
Dicen que el Camino engancha, yo creo que, realmente, es Cristo quien engancha. Ya lo hizo hace dos mil años con dos parejas de hermanos que recogían las redes de sus barcas. Y les prometió que los haría pescadores de hombres. Se llamaban Pedro, Andrés, Juan y Santiago. Hoy en día, a nosotros también nos hace la misma promesa, ¿cómo resistirse a tan hermoso regalo? Desde mi humilde condición de madre, lo acepto, por eso compartí este peregrinar con mis hijos, ¿qué mejor legado puedo dejarles sino la fe?
Tantas veces que soñé hacer el Camino, tantas las que dije que la primera vez que entrara en Santiago sería andando y ahora ya es una realidad. Este
diario toca a su fin, por ahora. Espero que pronto vuelva a abrirse,
en otros Caminos, con otras credenciales, con la misma compañía o con
otras nuevas; siempre con ilusión, siempre con esperanza, siempre con
confianza. Como se decía al principio, como se dice todavía:
¡Ultreia!¡Esuseia!
Agradecimientos:
- A todos aquellos que con su desprendimiento y sus oraciones compartieron con nosotros este Camino aún quedándose en casa.
- A Miguel Ángel, por dejarme ese Cuaderno del Peregrino de Jose Mª Alvear, que sirvió de guía espiritual para vivir este momento.
- A Edu, por ayudarnos a construir nuestros mapas de recuerdos gracias a la guía del peregrino del PEJ 2010
- A Gronze.com, sin su labor informativa nos habríamos perdido más de una vez y no hubiéramos podido admirar tanta belleza.