Todo camino comienza con un primer paso, sin embargo, éste comenzó con una frase: ¡NO HAY OVARIOS!
Hoy hace tres años de aquel 29 de julio de 2018 en el que seis locas culminamos con éxito nuestra peregrinación a Santiago de Compostela. Y abriendo mi diario de peregrina, descubro que este cuaderno de bitácora quedó en suspenso en la primera etapa.
Es curioso, cada camino es diferente: los tiempos, los ánimos, las personas, las circunstancias,...Imaginamos con anticipación qué va a suceder y, por regla general, nada de lo imaginado ocurre como lo teníamos en mente.
Este camino de vuelta ha sido esta vez un CAMINO EN FEMENINO. Seis mujeres, compañeras, con la fe como punto en común, decidimos emprender esta peregrinación hacia Santiago de Compostela una fiesta de navidad, vestidas de pastoras. Cada una con su motivación personal; la mía, sanar la herida de dos caminos anteriores inconclusos por motivos de salud.
Sin duda, el mayor reto esta vez no ha sido el físico, íbamos entrenadas y además, hicimos algo de "trampa" contratando el servicio de transporte de mochilas, algo escandaloso para los peregrinos más puristas. Lo siento en el alma, pero estos seis cuerpos ya no estaban para trotes excesivos y, aunque parezca irrisorio, andar seis días seguidos una media de 18 km. ya tiene su aquel, mis tobillos dan fe de ello.
El reto esta vez ha sido CONVIVIR. No es lo mismo compartir un par de horas dos veces a la semana que 24 horas, 11 días seguidos uno detrás de otro. Y juro que ha sido un gran reto. La lección de vida de este camino ha sido aprender a ser empático y a ceder soberanía.
Tres años han pasado, sí, tres años en los que ha pasado de todo y la mayor parte desagradable. Lo peor, esta pandemia de la que todavía no hemos salido, que ha vuelto al mundo del revés y nos ha dado una bofetada de humildad. Estamos aquí de paso y no somos conscientes de nuestra fragilidad.
Los peregrinos, especialmente los de largo recorrido, cuentan que el Camino es una metáfora de la vida, y es cierto. Y uno de las cosas que te enseña es el DESAPEGO. Nada es para siempre, ni lo bueno ni lo malo. Si es lo primero, disfrútalo y si es lo segundo, recuerda que también pasa. Estos tres años están siendo como una subida al Cebreiro o como atravesar el Polígono de las Gándaras, al que no le ves el final. Muchas cosas que yo pensaba como seguras en mi vida se fueron esfumando y mis pilares se tambalearon. Sin embargo, aquí sigo en pie, con el mismo Bastón y con la ayuda de estos bellos recuerdos en forma de alegres imágenes de caras felices que disfrutaron el camino como jamás hubieran pensado.
En ese triple encuentro que es el Camino, "Dios-los otros-uno mismo", el segundo es el que se ha llevado la palma, no sólo por la convivencia entre nosotras sino con el resto de los peregrinos: José Antonio y su hijo, María José y Victoria (nuestras murcianas favoritas), Eugenio y su compi, ambos canarios, de los que aprendimos qué es un bochinche, nuestra paisana Mari Carmen que iba haciendo el camino con el italiano Cayetano, o la parejita sevillana con la que compartimos ruta, conversación y foto en la Capilla de Santa Marta. También los parroquianos: hospitaleros como Esther, aquella señora en la etapa de Caldas, que en su huerto nos enseñó la diferencia entre grelos y nabizas; o el hablantín Bautista, con su pastor alemán Blondie, que nos amenizó la tarde en Caldas con la historia de su vida y nos invitó a comer conejo guisado en su casa, al día siguiente, a la entrada de Padrón.
También hubieron momentos personales de camino interior a solas, o de oración compartida o de agradecimiento, celebrando la eucaristía cada tarde, por la etapa superada.
De todo lo vivido en este precioso camino me quedo con lo que yo llamo "momentos": con el momento "wake up" de cada mañana al son del móvil de Reme o con la histeria colectiva del momento "ducha" al llegar al albergue. Nada mejor para aliviar la tensión que seguir los sabios consejos de Carmen de tomarnos primero una Estrella Galicia para "prevenir agujetas" mientras el resto del grupo se organizaba para adecentarse tras la caminata. Aún recuerdo nuestras risas en el albergue de O Porriño cuando se abrió la puerta del baño y salió una nube de vapor que parecía el mismo Londres y nuestra exclamación: ¡"de ahí no salen vivas!".
Me quedo con el momento "¡Samuel, Samuel!" tomando la bifurcación de las Gándaras, o con nuestras caras de niñas traviesas delante de la misma. Con las misas oficiadas por aquel cura que parecía Julio Iglesias, que formaba parte de un claustro de profesores de un colegio religioso, que iban haciendo el camino; celebraba tan rápido que nos dio la risa pensando que nos iba a dar la comunión estilo "frisbie". O con el acólito que le ayudaba, que al final resulto ser un peregrino joven en solitario, con aspecto infantil pero cuando leía las peticiones tenía voz de barítono (nunca he celebrado misas más hilarantes)
Me quedo con la maravillosa estampa de Pontesampaio, ¿comó pueden algunos lugares transmitir esa sensación de felicidad? Me quedo con la tarta rusa de Casa Solla para celebrar el santo de Ana y con nuestra dedicatoria en la pared del albergue de Pontevedra. Me quedo con el momento "lavatorio de pies" en el lavadero de Caldas de Reis, donde el agua "sanó" milagrosamente una incipiente infección de uña antes de llegar a A Escravitude. El momento "eclipse choricero" pasará a la historia. Me quedo con los espaguettis auténticos italianos cocinados por Cayetano a cambio de un plato de nuestra ensalada. Me quedo con la muñeira de Ana entrando en Santiago, con los menús de Casa Manolo y los pintxos de La Taberna del Obispo, que parece ser ahora está cerrada. Y con los gintonics y confidencias en aquel pub de Santiago.
Me quedo con el momento "Antonia, es que estoy viva" de Gracia. O con ese Pórtico de la Gloria recién restaurado que realmente impresiona; me quito el sombrero ante el Maestro Mateo. Me quedo con el buen tiempo que nos acompañó, no nos hizo calor, incluso en la penúltima etapa pudimos estrenar las capas de agua. No hay nada más gratificante que caminar bajo una lluvia suave con el olor a tierra mojada. Me quedo con la ilusión de comprar aquellos decimos de la Lotería de Navidad que no nos tocaron o con el hilarante embalaje de mi mochila para retornarla a casa a través de Correos. Me quedo con la entrada en Santiago, con los abrazos y los besos de aquel momento y de todo el camino. El 29 de Julio de 2018 Juanito encontró a Santi y dos días más tarde, nosotras volvimos al camino de nuestras vidas.
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