Ponte do Burgo (Pontevedra) |
CRÓNICA DE LA ETAPA:
Noche movidita la de hoy, ¡por fin hemos coincidido con un buen peregrino roncador! Ha tenido en pie a todo el dormitorio hasta bien entrada la noche, de tal guisa que tuve que darle unos tapones para los oídos a una desesperada chica portuguesa e incluso, cuando me levanté, descubrí a mi hijo mayor durmiendo con su saco en uno de los sillones del vestíbulo.
En fin, a las 7:30 ya estábamos en camino. Atravesamos toda la ciudad, ya que la salida estaba en el otro extremo del casco antiguo. Si Pontevedra es bonita llena de gente, a esas hora de la mañana lo es todavía más. Es como trasladarse a otra época, al pasado y caes en la cuenta de que tus huellas son las enésimas huellas de tantos y tantos peregrinos. Atravesamos el Ponte do Burgo y tras callejear un poco más, salimos de la ciudad.
La etapa de hoy no ha tenido un perfil muy acusado, de subidas y bajadas exageradas, pero ha sido la más dura de todas; de sus veintiun kilómetros, el último tramo ha sido especialmente duro, durísimo, por el excesivo calor, el cansancio y el asfalto.
Perfil de la etapa |
A unos cuatro kilómetros de la ciudad hemos llegado a la Iglesia de Santa María de Alba, en la parroquia del mismo nombre, donde nos ha puesto el primer sello de hoy en las credenciales. Iglesia con encanto, por el tamaño de sus imágenes, más pequeño de lo habitual, donde un parroquiano joven nos ha atendido de maravilla y nos ha comentado detalles sobre la etapa.
La verdad es que el sentido de las distancias es bastante relativo para la gente de la zona, no sé si porque al vivir in situ no las ven tan largas o porque no quieren desmoralizarte ya que estás en camino. Lo mismo pasa con los monolitos de piedra, de lo único que te puedes fiar es del sentido al que está orientada la concha pero nunca de los kilómetros que dice que te faltan.
Junto a la iglesia cabe destacar el Monumento al Peregrino y un Cruceiro.
Monumento al Peregrino (Alba) |
Cruceiro (Alba) |
Más adelante, en otro pueblecito de cuyo nombre no me acuerdo, porque para lo que es orientación soy una negada, una señora mayor desde su puerta vendía bastones, conchas y calabazas. Era tan simpática que ha sido imposible negarse a su oferta, así que ahora portamos con dos bastones más y una calabacita que pende de mi mochila junto a mi concha de peregrina.
A partir de entonces hemos andado por carretera secundaria, bosque frondoso (donde hemos tenido que esperar que pasara el tren en un paso a nivel y me ha impresionado la velocidad que lleva), pistas asfaltadas, carretera nacional y para terminar, campos de viñas.
Esta ha sido la parte más dura; el frescor de la mañana ya se había disipado y el sol brillaba en todo lo alto. Esos cinco últimos kilómetros han sido brutales y es la primera vez que he sentido miedo a que nos diera un golpe de calor o algo parecido. Menos mal que a pie de carretera, en una casa, una señora ha tenido la amabilidad de mojarnos las gorras y mi pañuelo para refrescarnos un poco. Viendo que la hora de llegada se nos iba a prolongar decidimos reservar plaza por teléfono en un albergue privado en previsión a la falta de sitio en el público.
Al final, sobre las dos de la tarde y con la ayuda de Dios, hemos llegado a Caldas de Reis y nos parecía imposible encontrar el albergue. Cuando hemos entrado nos hemos quedado alucinados, tanto que hemos preguntado el precio por si acaso, porque parecía un hotel. Y es que relamente lo era, Hotel y Albergue O Cruceiro, ¡una maravilla! lo recomiendo a cuento peregrino llegue a Caldas. Es un hotel al que han destinado una parte como albergue, al estupendísimo precio de 12 euros por persona, como todos los albergues privados, pero con habitación para los cuatro con baño privado, ¡vamos, un lujo! Después de tanto sufrimiento, un bálsamo para el cuerpo, y es que Dios siempre está ahí. Para remate, por dos euritos pones una lavadora y tiendes en un pedazo de terrazón que la ropa se seca en un plis.
Tras comer y descansar un rato grande no hemos ido a buscar al resto de los peregrinos al albergue público, con un nombre muy peculiar, la Posada de Doña Urraca; allí hemos intercambiado las incidencias de la etapa con las chicas de Málaga, la familia de Madrid, Gabi y Maribel, de Alicante. Después nos hemos ido a dar una vuelta por la ciudad, escuchar misa y comprar las viandas de la cena y el desayuno de mañana.
Balneario (Caldas de Reis) |
Caldas de Reis es cuna del rey Alfonso VII de León y Castilla y famosa por sus aguas termales, de las que ya se beneficiaban celtas y romanos. Al día de hoy, dos balnearios ofrecen la posibilidad de disfrutar del poder curativo de estas aguas, así como la Fonte das Burgas, fuente pública donde la gente del lugar rellena garrafas y botellas con el agua que mana de ella, por sus beneficios para las articulaciones y la piel; y doy fe de que el agua sale a unos 40º de temperatura por sus dos caños. Un poco más abajo se encuentra un antiguo lavadero público donde lo peregrinos pueden sumergir sus pies. Por razones de tiempo nosotros nos quedamos con las ganas pero ya lo haremos la próxima vez.
Fonte das Burgas (Caldas de Reis) |
Ahora me encuentro tranquilamente sentada en el salón común del albergue, mis hijos con el whatsapp mientras yo escribo este diario. El cansancio acumulado ya hace mella y me resulta difícil organizar el pensamiento para expresarme con claridad. Esperamos una noche reparadora, mañana nos toca Padrón y pasado, ¡Santiago!
REFLEXIÓN PERSONAL:
¡Somos tantos peregrinos! Esta mañana, al caminar las calles vacías de Pontevedra, la sensación de atemporalidad fue tan nítida; si en algún momento nos hubieramos cruzado con un peregrino vestido a la usanza medieval no nos hubiéramos extrañado. Y eso te hace pensar en los miles de peregrinos que a lo largo de la historia recorrieron tus mismos pasos y los que los harán en los años venideros; cada uno con distinta motivación, cada uno con distintas expectativas, pero siempre en camino. Eso no la hace a una más o menos especial, ni mejor ni peor que los demás, más bien, la sensación que se instala en el ánimo es la de hermandad.
Una hermandad que te hace prestar unos simples tapones de cera; o compartir lo acaecido en la marcha, de tal manera que lo más trágico se vuelve cómico; que te hace alegrarte de ver las caras que ya van siendo conocidas.
Hoy he vivido los momentos más duros de este Camino, más que cuando atravesamos el Polígono de As Gándaras porque, por primera, vez tuve miedo de que nos pasara algo malo y no hubiera nadie que nos pudiera socorrer en mitad del campo. Y, sin embargo, todo ha salido bien al final, mejor de lo que esperábamos, porque el lugar de descanso ha sido proporcionado al sobreesfuerzo realizado. Como dice mi amiga Ana, es que Dios es misericordioso y nunca nos abandona, y comparto mi opinión con ella. Ya queda tan poco que no sé si quiero o no quiero llegar, ¡tanto que redescubrir que tenía olvidado!¡tanto que percibir que estaba delante y no veía!
Fuente gráfica perfil: Gronze.com
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