Cada Camino es distinto, ni el tiempo en el que trancurre ni la persona en si son los mismos. Aún así, llegando o abandonando, la experiencia siempre es enriquecedora. El Camino tiene la virtud de romper todos los esquemas preconcebidos dándonos la vuelta y volviéndonos a recomponer. Si quieres ver como me ha marcado a mí, sólo tienes que clicar en cada pestaña, espero que el viaje te resulte tan enriquecedor como ha sido para mí. ¡Buen Camino!
"El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré" Gn 12,1

miércoles, 21 de agosto de 2013

SEGUNDA ETAPA: O PORRIÑO-REDONDELA (15,5 KM.)




Ría de Vigo


CRÓNICA DE LA ETAPA:

Los ánimos hoy están como la primera parte de esta etapa: de subidón.  Después de una noche intensa de calor, ya que era imposible dormir e incluso han habido peregrinos que se han salido a los pasillos para poder hacerlo, lo cual seguía siendo imposible, hemos recogido más temprano que ayer y nos hemos puesto en marcha antes (bueno, yo a las cinco de la mañana ya estaba sentada en el pasillo hablando con unas chicas de Badajoz que también estaban desesperadas).
 
Lo mejor es que, gracias a Dios, las temperaturas han empezado a bajar y el cansancio no ha hecho acto de presencia antes de tiempo.  

Salimos muy tempranito, con la fresquita y los primeros kilómetros han discurrido por el arcén de la carretera nacional, con algún desvío por pista de tierra pero mucha carretera para mi gusto.

Después ha empezado lo interesante; la primera parte de esta jornada ha consistido en subir y subir y subir, carreterita arriba, pasando por núcleos rurales, con casas realmente preciosas, con sus huertos: viñas, grelos, maíz, manzanas,…

Perfil de la etapa


Subiendo y subiendo, hemos llegado hasta Mos.  Como era tan temprano sólo hemos coincidido con otros peregrinos y unos operarios que estaban cortando maleza de las cunetas. Realmente el entorno es precioso y, como siempre, lo más llamativo para nosotros, tanta piedra en la construcción de los edificios.  Ya nos empiezan a sonar las caras del resto de peregrinos y como nos vamos relevando a lo largo del camino ya hemos hecho nuestro el saludo “¡buen camino!”, dicho con voz jadeante por causa del esfuerzo.  Doy gracias a Dios por mi vecino Antonio, que me prestó su bastón telescópico, ¡no he visto cosa más apañada! 

Y no sólo nos saludamos, también nos damos a conocer: hay quien, como nosotros, es la primera vez que hace el Camino, hay quien lo ha hecho varias veces, por la misma ruta o distinta y somos de muchos sitios: de Madrid, de Badajoz, de Málaga, de Albacete, de Alicante, de Francia, Alemania, de Portugal.

No sólo la vista se ha deleitado, también el oído: ¡cuánto tiempo hacía que no oía cacarear una gallina en directo, o unos patos, y un lastimero “¡mamááááá!” que resultó ser una oveja a un metro de distancia, eso sí, con un seto por medio.

Casi al final de la subida, por una pista de tierra en medio del bosque, la ría de Vigo se dejó ver en toda su plenitud, una maravilla sin lugar a dudas.

Miliario romano
Menos mal que todo lo que sube, baja.  Después de tanta subida llegó el momento de bajar no sin antes encontrarnos con un auténtico miliario romano, es decir, una columna cilíndrica de granito,con la que se indicaban las millas en las calzadas romanas; seguramente éste era de la calzada XIX.  Y tocó bajar, ¡y vaya bajada! La inclinación era tan acusada que pensé que las rodillas se me iban a volver del revés, menos mal que el bastón me ayudaba a frenar.  En este tramo coincidimos con unas chicas de Coín y de Alhaurín del Grande, y la guasa que llevábamos cuesta abajo no era poca.

Llegamos a Redondela sobre las 12 del mediodía, al albergue, Casa da Torre, que en su tiempo fue ayuntamiento, un edificio de piedra realmente bonito pero como éramos tantos nos quedamos sin plaza y tuvimos que buscarnos uno privado, O Camino, de nuevo, que recomiendo a todo peregrino que pase por Redondela; es una casa de tres plantas: por la primera se accede a un patio, con su pila de lavar y un huerto con árboles frutales donde se encuentran los cordeles para tender la ropa; en la segunda y tercera planta dos amplias y requetelimpias viviendas con comedor y baño común y dos habitaciones.

Aquí hemos podido charlar largo y tendido con otros peregrinos mientras esperábamos el turno para lavar en la pila.  Esto empieza a animarse y la verdad es que con lo que me gusta hablar, ya iba siendo hora y estoy realmente contenta.

Tras descansar un rato no hemos ido a comprar la cena y el desayuno para mañana, además de visitar por primera vez la farmacia, en busca de Compeed, porque han aparecido las primeras ampollas y alguna crema para los dolores musculares; no hace falta decir que las agujetas son de órdago.  

Después hemos escuchado misa en la capilla del Convento de Vilavella.  Es una capilla realmente bonita, a la que se accede por el lateral; destaca sobre el resto, por el contraste, el altar mayor, simulando una gran custodia, de estilo moderno, y una vidriera con la imagen de Cristo a modo de Santísimo.

Redondela es grande, moderna y bonita.  Curioso ver los viaductos del tren pasar por encima de los edificios, y por lo que se ve, uno sigue en funcionamiento.  El albergue está junto a la Iglesia de Santiago, cuyas campanas suenan cada hora (espero que por la noche no sea así).

A la hora de la cena, un grupo de chicas extranjeras con las que compartimos albergue han cocinado un cous cous que olía a gloria y nos han invitado, una de las cosas buenas que tiene el camino, compartir, ¡qué raro resulta que un extraño comparta su comida con uno, ¿verdad?!

Ahora todos duermen, menos yo, que ni el cansancio puede conmigo.  Hoy estoy muy contenta porque, a pesar del esfuerzo, esto empieza a tomar forma de una manera real y consciente, algo que estaba buscando de alguna manera.

REFLEXIÓN PERSONAL:

Dos conceptos realmente valiosos sacó de la etapa de hoy:

El primero, compartir: ya sea un rato de charla, un plato de comida, lo que sea.  Cuantas veces en nuestro día a día no somos capaces de compartir, a veces, ni el saludo.  En el Camino, cuando te cruzas durante horas con un montón de gente desconocida, esas dos palabras, "buen camino", te hermana con ella, tal vez porque va en las mismas circunstancias que tú, cargados como una mulilla y con el resuello perdido y eso te hace pensar que no somos tan diferentes unos de otros, tal vez son diferentes las circunstancias de cada uno, pero cada quien va buscando algo de este peregrinar.  Un ratillo de charla es un regalo aún mayor, le pones nombre a esa persona, la localizas en el espacio y te preguntas qué fuerza ha hecho posible que tanta gente se mueva desde distintos lugares del mundo.  Compartir un plato de comida es, simplemente, el no va más.  ¿Vemos o hacemos esto normalmente en nuestra vida cotidiana? 

El segundo, el Camino es un reflejo de la vida:  cuántas veces se nos hace todo cuesta arriba, muy cuesta arriba y vemos que nos fallan las fuerzas y pensamos que no vamos a ser capaces de seguir y, de pronto, la situación da un giro y todo se nos vuelve fácil, exageradamente fácil, como una cuesta abajo tan pendiente que nos embalamos y corremos el riesgo de terminar cayéndonos y rodando hasta lo hondo.  Para no caer necesitamos un bastón que nos ayude a frenar, a prevenir la caída; ese bastón, para mí, es Cristo.  Puede pasar que un día se me olvidé este Bastón y me pegue un buen porrazo y, sin embargo, ahí estará, como siempre, Ël, para ayudarme a levantar. 

Con esta reflexión me voy a descansar, esperando con ilusión lo que deparará la etapa de mañana.





Fuente gráfica perfil: Gronze.com

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