Cada Camino es distinto, ni el tiempo en el que trancurre ni la persona en si son los mismos. Aún así, llegando o abandonando, la experiencia siempre es enriquecedora. El Camino tiene la virtud de romper todos los esquemas preconcebidos dándonos la vuelta y volviéndonos a recomponer. Si quieres ver como me ha marcado a mí, sólo tienes que clicar en cada pestaña, espero que el viaje te resulte tan enriquecedor como ha sido para mí. ¡Buen Camino!
"El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré" Gn 12,1

jueves, 20 de agosto de 2015

PRIMERA ETAPA: Laguna de Castilla-Triacastela (24 km.)


Primer hito de este camino







CRÓNICA DE LA ETAPA:

Etapa dura la de hoy, muy dura, de intensa subida y peor bajada. Seis horas y media interminables.  Al final, conseguimos llegar al albergue, A Horta de Abel, donde compartimos habitación con un grupo de cinco jóvenes. El albergue tiene mucho encanto y resulta acogedor. Las hospitaleras son realmente muy amables y atentas.
Vistas desde O Cebreiro


Primer día de camino y los ánimos por los suelos. Inexplicable. A ver cómo amanecemos mañana. Si seguimos, acortamos ruta, muy a pesar mío, por San Xil, ya visitaremos Samos en otra ocasión, aunque sea en coche, pero esos seis kilómetros de más son para pensárselo tal y como se ve mi pie. Si no podemos seguir, con todo nuestro dolor, volvemos a casa.  El Camino supone un gran esfuerzo pero no creo que el Apóstol quiera que sea a costa de nuestra salud.

Y eso que empezamos muy contentos, aunque desde ayer me acompaña una molestia en la zona abdominal que no desaparece. No es constante ni fuerte, pero está ahí. 




Entrando en Galicia
No sé que se sentirá al subir toda la cuesta del Cebreiro pero los dos últimos kilómetros ofrecen un regalo para la vista.  El paisaje es francamente hermoso. He cumplido el deseo de inmortalizar el momento en el que dejábamos Castilla-León y entrábamos en Galicia. O Cebreiro estaba tranquilo y no tenía la seguridad de si el resto de peregrinos ya nos habían cogido delantera o al contrario.  Bastante fresco, más bien, frío; esta vez, las sudaderas han hecho falta desde el primer momento y mi buff con flechas amarillas ya ha tenido su estreno.


Pasando por delante del albergue, salimos de O Cebreiro y por pista forestal llegamos hasta Liñares donde desayunamos, luego un pequeño repecho, paralelo a la carretera, por donde suben los bicigrinos, para llegar al Alto de San Roque; otro pequeño sueño logrado.



Alto de San Roque

Seguimos hasta Hospital da Condesa, con su pequeña parroquia y seguimos andando en acenso.


Parroquia de San Juan (Hospital da Condesa)

Y partir de aquí empezó una especie de calvario inexplicable que todavía no entiendo: la subida al Alto del Poio. El tramo en sí no es largo pero es tremendo. Es subir monte, literalmente. Si lo llego a saber, hago trampa y sigo por la carretera, pero el amor propio me pudo y durante unos metros tuve que dejar que me llevaran la mochila. Llegué exhausta a lo alto pero nos tomamos un refresco y recobramos aliento en uno de los bares que hay al efecto.

Lo peor estaba por llegar, y no por la dureza sino por el extremo calor que ya hacía y por lo que aconteció un poco más tarde.  Seguimos llaneando unos dos kilómetros y luego empezamos un ascenso moderado por la ladera de un monte.  Al llegar a lo alto ya sólo quedaba descender pero la bajada era de aupa, de 1300 metros a 700 en unos doce kilómetros. Ya de por sí, las rodillas sufren un montón en este tipo de bajada, más aún cuando ya llevas unas cuatro horas andando y con la mochila a cuestas. Dando un paso, de pronto, sentí un tironazo fuerte en el dedo del pie y un intenso escozor y así terminé hasta llegar a Triacastela.  Una bajada eterna a la que no veíamos fin.  Uno de mis hijos también acusó bastante el esfuerzo y llegamos exhaustos.

Tras una ducha reponedora y un ligero almuerzo, una siesta para reponer fuerzas.  Y estábamos tan cansados que se nos hizo tarde para asistir a misa, que era a las seis de la tarde; de todas formas nos llegamos a la parroquia para visitarla, sellar las credenciales y rezar un rato para pedir fuerzas.  La iglesia es francamente muy bonita, con el cementerio rodeándola.  Después, una vuelta para comprar algo de cena y al albergue a seguir descansando.


Iglesia de Santiago (Triacastela)
REFLEXIÓN PERSONAL:

El Camino nos regala momentos de diálogo, otras veces, de silencio para escuchar pero... a veces se dan momentos estériles, vacíos, en los que nos dejamos llevar por nuestro desánimo, falta de fuerzas o molestias físicas. Hoy ha sido un día con mucho momento estéril y no deja de asombrarme, y mucho.  Cierto que las molestias digestivas se han acentuado y mi dedo pulgar tiene un aspecto más bien siniestro, no puedo ni tocarlo. Tanto tiempo soñando con este momento y estamos con un bajón del copón.

Aún así, extraigo varios pensamientos positivos: el contacto con otros peregrinos en un regalo de Dios. La pareja de hermanos con quienes compartimos habitación la pasada noche también se encuentran hoy en el mismo albergue, así como un matrimonio mayor del País Vasco. El Camino establece vínculos de amistad muy rápidos y que permanecen en el tiempo.

Hace dos años, una peregrina me dijo que el Camino era una metáfora de la vida. Este pensamiento, unido a la visión de los camposantos alrededor de las iglesias, costumbre heredada de los celtas, me hace pensar que son algo así como un recordatorio de que aquí sólo estamos de paso, que la vida no es sino un camino que tiene su punto de destino. Por ello,  no debemos temer a la muerte, ya que es connatural a la propia vida. Y es lo único seguro que tenemos.



Siguiente etapa

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